Fuente: Hotel Tequendama (1953-2009): Un Microcosmos de la Bogotá Cosmopolita; Angélica Murcia Piraquive, 2010.
«La construcción de la enorme edificación a cargo de Cuéllar, Serrano y Gómez, empezó el 16 de octubre de 1950 y produjo un vuelco en la ingeniería colombiana al utilizar concreto armado en la estructura de la obra. En principio hubo una gran discusión entre la ingeniería colombiana y la firma estadounidense Holibrird & Root, consultora del proyecto, quienes preferían que se usara una estructura metálica, sin embargo, los argumentos de la constructora la promesa de avanzar un piso por semana pusieron fin a la discusión.
Los 26.000, metros cuadrados de superficie se completaron a razón de un piso por semana, incluidas las escaleras y las columnas.
Se emplearon 2.000 obreros, utilizaron 16.000 metros cúbicos de concreto y clavaron 618 pilotes de 20 metros de longitud para recibir el peso de la estructura de concreto. El esqueleto de 18 pisos pudo ser visto en su totalidad en julio de 1951: superó la altura de todas las edificaciones del momento. El costo de la obra fue de US$8.750.000. El fotógrafo alemán radicado en Bogotá, Paul Beer, registró todo el proceso de construcción.
Con titulares de prensa como ―Hotel Tequendama orgullo de Colombia‖, el 17 de mayo de 1953 se abrió el hotel, bajo la gerencia de Ernst Etter, con capacidad de 375 habitaciones, salones para bailes y fiestas, grill room, peluquería para hombres, oficinas e instalaciones modernas. Según El Tiempo, el hotel dio inicialmente al servicio ocho pisos, completamente decorados y amoblados, con precios desde $30 a $200 diarios sin derecho a alimentación.
Varios actos precedieron el magno acontecimiento, durante la fiesta actuaron la orquesta de Cass Harrison y la vedette francesa Danielle Lamar.
Al otro día estos artistas también se presentaron para seguir conmemorando el suceso en el gran baile de gala a beneficio del Hospital De la Misericordia, acto oficial de inauguración, en el que alrededor de 800 personas de la alta sociedad bogotana aportaron fondos mediante sus boletas, adquiridas solo con invitación, y disfrutaron de una noche de ensueño que sería el abrebocas de las miles de reuniones de elite que aún se realizan.
El evento se realizó en el gran Salón y en el salón Monserrate, en el segundo se ofrecieron ―cocktails y sándwiches- miles de curiosos desde las ocho de la noche se situaron en la décima para ver llegar a los invitados. Una intensa lluvia acompañó la velada mientras en la emisora Nuevo Mundo, Monroy Guzmán y Alarcón Mejía contaron todos los detalles.
Relata El Tiempo, que a su llegada los invitados pudieron ver la elegancia en la decoración de los salones; la primera parte del evento se desarrolló en el salón Monserrate donde se sirvieron entradas. A las once de la noche Cass Harrison y su orquesta interpretaron Rumba Symphony para iniciar el baile, la cantante norteamericana Sherri Rogers cantó I want to be Happy. Luego siguió la rubia francesa Danielle Lamar con un vestuario diseñado por Christian Dior y la orquesta de Roberto Lafuente.
A las doce de la noche los invitados pasaron al Gran Salón con mesas redondas y rectangulares adornadas con orquídeas dispuestas alrededor de la pista de baile; en el centro, el buffet con una decoración en forma de carruaje romano tirado por tres caballos conducido por una diosa mitológica tallado a mano en azúcar blanco por el pastelero internacional, Mr. Armand Schaus, una decoración que El Tiempo, sin temor a exagerar, calificó como una obra de arte. La fiesta se prolongó hasta tempranas horas del domingo.
El banquete de inauguración abriría la época dorada de los eventos en el hotel, el 28 de ese mes de mayo de 1953 se programó un té para recolectar fondos para el Gimnasio popular y las obras del barrio Antonio Samoré.
De ahí siguieron innumerables eventos que serían la antesala del tradicional y famoso Banquete del Millón, realizado por primera vez en 1961, una estrategia para dotar de vivienda a los más necesitados. Los más pudientes se reunían en favor de los pobres para tomar agua y consomé en el Salón Rojo y codearse con aquellos que podían pagar la entrada al banquete más rico y más pobre.
Jose Alfredo Jimenez y Alicia Juarez en la década de los 70